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domingo, 5 de abril de 2015

Histórico reconocimiento a las víctimas de la ‘Operación Bolero’ contra el exilio español

Parte del cementerio de Berlín donde están enterradas varias de las víctimas
de la ‘Operación Bolero’. / Manuel Martorell
 
CuartoPoder Manuel Martorell 
Cuando me pidieron que diera una conferencia el 24 de marzo en el Instituto Cervantes de Berlín en homenaje a las hermanas Josefa y Elisa Úriz, no podía imaginarme que me toparía, de lleno, con la ‘Operación Bolero’, uno de los episodios más vergonzosos de la Guerra Fría desencadenado en 1950 contra el exilio republicano español de Francia. Así lo relataron testigos presenciales de aquellos hechos, tanto al final de la conferencia, como al inaugurar una exposición sobre la trayectoria vital de las dos hermanas, y en la recepción que en honor de aquellos exiliados organizó la Embajada de España en Alemania.
 
De acuerdo con el plan elaborado por el Gobierno del socialista René Pleven –también formaba parte del Consejo de Ministros el futuro presidente Francois Mitterrand–, cientos de cuadros comunistas, en su mayoría miembros de la Resistencia, fueron sacados de sus casas a las 5 de la madrugada del 7 de septiembre de ese año, algunos semidesnudos, maniatados, tratados como criminales y abandonados, sin comida, agua, documentación ni explicación alguna, en tierra de nadie junto a la Alemania Oriental; otros, fueron encarcelados y deportados en barco a Córcega o Argelia.
 
Formalmente la operación se denominaba con cierta ironía ‘Bolero-Paprika': ‘Bolero’ para los españoles, que formaban el grueso de los deportados, y ‘Paprika’ (pimiento, pimentón) para los militantes del Este, que también los había. La justificación: el PCE y sus organizaciones se habían convertido en la ‘quinta columna’ de una hipotética invasión soviética de Europa, tal y como habían denunciado, en medio de una psicosis colectiva, periódicos tan serios como Le Monde o France-Soir.
 
Tras las redadas, la policía mostró como irrefutable prueba del delito los arsenales de armas, explosivos, multicopistas y radio-enlaces incautados en los registros sin que nadie explicara que todo aquel material procedía de la época de la Resistencia y estaba destinado a los ‘maquis’ que todavía seguían la guerra de guerrillas contra el régimen franquista.
 
Entre las pocas voces que tuvieron el valor de disentir, destacó la de Henri Groués, más conocido como Abat Pierres, sacerdote, fundador de los Traperos de Emaus y encarcelado por la Gestapo durante la II Guerra Mundial por colaborar con los resistentes.
 
En la lista con orden de ‘absoluta urgencia’ para su expulsión por motivos de ‘seguridad nacional’, había verdaderos héroes de la lucha contra la ocupación nazi de Francia, como el comandante Galeano, o las propias hermanas Úriz, responsables del ‘maquis español’ en la región de París junto a los también hermanos Josep y Conrad Miret, muertos a manos de los nazis.
 
Margarita Bremer, una de las participantes en el homenaje de Berlín, recordaba un detenido que fue sacado de casa en pijama. Los policías le dijeron que se vistiera y que cogiera un plato y una cuchara para desayunar. Él, pensando que no tardaría en regresar, les dijo que prefería desayunar en su casa. Jamás volvió y fue colocado, con los demás, en la frontera con el ‘bloque soviético’.
 
El grupo de Fernando Lafuente, que en 1950 tenía 16 años, estuvo vagando sin rumbo, escondiéndose de día y caminando de noche, gracias a que uno de los deportados había estado en un campo de exterminio, entendía algo de alemán y podía interpretar los carteles que encontraban. Como ocurrió con la mayor parte de los deportados en esta zona de Europa Central, al ser localizados por los soviéticos pasaron a ser sospechosos de espionaje. En algunos casos, la situación se aclaró gracias a las explicaciones que suministró a las autoridades de Alemania Oriental el Partido Comunista de Francia; en otros casos, antiguos brigadistas internacionales, que sabían algo de castellano, hicieron de intérpretes.
 
Elsa Osaba, en su relato particular, explica que su tío José “se suicidó… ¡de un disparo en la espalda!” mientras otro familiar, de nombre Francisco, fue encarcelado durante años cuando todavía no se había recuperado del trauma por haber estado en el tétrico campo de concentración de Mauthausen.

Además, todas las organizaciones y  publicaciones vinculadas al PCE fueron prohibidas, entre ellas la Unión de Mujeres Españolas, en la que militaban las Úriz, y la revista Mujeres Antifascistas, a cuyo consejo de redacción pertenecía Elisa, la menor de las dos hermanas. Mayor escarnio supuso la liquidación de la Amicale des Anciens FFI (Fuerzas Francesas del Interior), es decir la asociación que agrupaba a los antiguos combatientes españoles de la Resistencia, muchos de los cuales habían entregado sus vidas para liberar a Francia del yugo nazi.
 
Estas dos hermanas, de origen navarro,  pioneras de la renovación pedagógica en España, destacadas militantes en la II República y la Guerra Civil, lograron retrasar su expulsión casi un año hasta que en agosto de 1951. Recibida en abril la correspondiente orden, tuvieron que abandonar Francia y refugiarse en Berlín Oriental ese mes, formando con los demás una peculiar comunidad de un centenar de personas que habían sufrido el exilio por partida doble, primero tras la Guerra Civil y después debido a la ‘Operación Bolero’.
 
Homenaje a las víctimas
Hoy prácticamente no quedan supervivientes de aquellos hechos, salvo algunos hijos o nietos de aquellos deportados. Concretamente, en el homenaje de Berlín estaban presentes, aparte de Fernando Lafuente y Margarita Bremer, ya citados, la hija y nieta de esta última, Anja y Friederike, Mercedes Álvarez (hija de Ángel Álvarez), Paloma Plaza (hija de Eliseo Plaza), Julio Aristizábal y la doctora Olga García Domínguez, que llegó a Berlín Oriental unos años más tarde.
 
Sus mayores, como Elisa y Josefa Úriz, fueron enterrados en lugares especialmente habilitados y de forma preferente junto a los brigadistas internacionales de la Guerra de España, al lado de otros destacados luchadores por el socialismo y contra el régimen hitleriano en los dos principales cementerios de la extinta República Democrática de Alemania.
 
Jamás, desde la Guerra Civil, una representación oficial de España había reconocido ese sufrimiento hasta la inauguración de la exposición sobre las hermanas de origen navarro que permanecerá abierta hasta el 5 de abril y que, probablemente, recorrerá otras ciudades alemanas. Tanto a la inauguración como a la recepción oficial de la Embajada, asistió una delegación del Ayuntamiento del Valle de Egüés y del Concejo de Badostáin, de donde eran originarias, presidida por Alfonso Etxeberría y Xabier Ziritza.
 
Olga García Domínguez, que conoció personalmente a Elisa Úriz, se encargó de agradecer el histórico gesto hacia los exiliados al embajador, Pablo García-Berdoy, quien lamentó que esta iniciativa no se hubiera realizado antes.
 
El mismo sentido tuvo la intervención de la directora del Instituto Cervantes, Cristina Conde, que destacó expresamente el reconocimiento a quienes, víctimas de la psicosis de la Guerra Fría, sufrieron el exilio por partida doble. Desde el Instituto Cervantes se planteó incluso la posibilidad de que se pudiera llevar la exposición a París, dando así ocasión a que Francia también borrara este punto negro de su historia contemporánea.

Orden de expulsión de ‘urgencia absoluta’ contra Elisa Úriz. / badostain.net
 

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