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lunes, 28 de mayo de 2012

Españoles en el infierno blanco

El ingeniero Bornet fue el primero que denunció la situación
de los republicanos en el Gulag. (DDMH-FEDIP)
Marta Rebón, Rusia Hoy 10/01/12
Hay libros necesarios y éste es uno de ellos. “Españoles en el Gulag. Republicanos bajo el estalinismo” rescata del olvido las voces de los españoles cautivos en la Rusia soviética, a quienes las autoridades franquistas acabarían por convertir en iconos anticomunistas. Al país más extenso del mundo no sólo llegaron «niños de la guerra» o refugiados políticos, sino también marinos y aviadores a quienes sorprendió allí el desenlace de la guerra civil. Asimismo, en territorio soviético se encontraba un puñado de soldados de la División Azul, así como medio centenar de republicanos detenidos en Berlín por tropas rusas. Son vidas llenas de vicisitudes y sufrimientos, en especial durante el periodo de la Segunda Guerra Mundial, momento en que fallecieron varios de ellos. Otros fueron a parar a la «ratonera de hielo del Gulag», a esas latitudes donde, en palabras de Shálamov, los «pájaros no cantan» y «las flores no tienen olor».
Sobre este esclarecedor ensayo, erigido a modo de cenotafio, conversamos con su autor:
 -Para escribir este libro ha tenido que bucear en vidas anónimas, dotar de rostro a nombres y apellidos rescatados de áridos documentos. De entre todas esas vidas repletas de rocambolescas travesías, ¿cuál le llamó más la atención y por qué?

Españoles en el Gulag” es una panorámica sobre un colectivo de republicanos que, contra toda lógica política, acabaron en los campos de trabajo forzado. Pero ese enfoque general está elaborado a partir de relatos en singular, protagonizados por ciudadanos de a pie. Entre las biografías destacaría las de José Tuñón y Pedro Cepeda, que en enero de 1948 planearon salir de la Unión Soviética en un avión, ocultos en las maletas de dos diplomáticos argentinos. Tuñón incluso lo intentó, pero fue descubierto en pleno vuelo. Fueron detenidos y condenados a veinticinco años de trabajos forzados. Entre tanta devastación, sin embargo, se produjo un episodio estimulante en los campos, esperanzador: diez españoles fueron padres en Kok-Usek, Kazajistán. Las compañeras eran, por lo general, judías austríacas.
 -¿Cuántos republicanos llegó a haber en los campos soviéticos? ¿Y divisionarios?
En mi libro aparecen inventariados 185 republicanos. Es un listado restrictivo, es decir, solo figuran quienes acabaron en el Gulag por motivos políticos, los del artículo 58 del Código Penal soviético. Murieron 27, el 14%. Si sumáramos a los que estuvieron entre alambradas por “delitos comunes”, generalmente relacionados con robos en épocas de hambruna, podríamos alcanzar los trescientos internados. En cuanto a los divisionarios, hubo en torno a 450, de los que murieron 91, es decir el 24,2%. Podríamos excluir del recuento divisionario a 75 de esos 450 hombres, que o bien eran desertores o se pasaron en los campos al “grupo antifascista”, y que fueron liberados en 1949.
 -Uno de los aspectos más sorprendentes es la pasividad con que se comportaron los dirigentes del PCE en Moscú. El «negacionismo» fue la actitud que adoptó en general la izquierda europea. ¿Cree que estaba “intoxicada” por las campañas de información lanzadas por las autoridades soviéticas o bien eran conscientes de lo que ocurría y preferían mirar a otro lado?
 En el análisis histórico resulta decisivo el matiz, el famoso “detalle” del que hablaba Nabokov. Los responsables de lo que sucedió a los republicanos fueron las autoridades soviéticas, que monopolizaban en exclusiva el poder coercitivo, pero los comunistas españoles conocían la situación de los “desafectos” y no tenemos noticias de que intentaran mejorarla. Por el contrario, a partir de 1947 podemos afirmar que la responsabilidad de los dirigentes españoles es meridiana. Cuando en 1948 los rusos proyectan liberar a los republicanos, fueron los líderes españoles quienes se opusieron: temían que los internados regresaran al exilio francés y con sus relatos impugnaran, por una parte, la posición central del PCE en el ámbito de oposición al franquismo y, por la otra, que se derrumbara el mito de la Unión Soviética como “paraíso del proletariado”. Por lo que respecta a la segunda parte de la pregunta, señalar que Stalin y sus secuaces fueron unos consumados maestros del disimulo. Hasta después de comenzada la guerra fría, existían pocas informaciones fiables sobre Rusia. Y no sólo la izquierda se mostraba comprensiva con el estalinismo sino prácticamente todos los intelectuales europeos de prestigio.
 -Dice en su libro que no pueden ni deben compararse el Gulag y los Lager nazis. ¿Podría desarrollar esa idea?
Aunque novelistas como Jorge Semprún, antiguo dirigente comunista, o historiadores como Tomasz Kizny los equiparan, pienso que ese criterio incluye una especie de perversión conceptual y semántica. Algo parecido sostienen Primo Levi o especialistas como Kotek y Rigoulot. Un campo de concentración se diferencia de un establecimiento de trabajo forzado porque en el primer caso se llega a él por quién se es (judío o gitano o español), mientras que al segundo se accede por lo que se ha hecho (delinquir, disidencias ideológicas...). En la Unión Soviética había españoles en libertad, la mayoría, y españoles en los Kontslager. En los campos de concentración la libertad no dependía de la voluntad del internado, mientras que los españoles pudieron haber dejado las alambradas fácilmente: aceptando la permanencia “voluntaria” en la URSS. Algunos así lo hicieron, y fueron liberados, aunque no todos estuvieron dispuestos a pagar el precio de esa libertad a medias. Por otra parte, existe la tentación de evocar los Lager nazis cuando se habla de los campos de trabajo. Especialistas como el citado Kizny reprochan a la influyente opinión pública occidental porque se “niega a aceptar que se establezca la menor comparación entre el Gulag y el Holocausto”. Un asunto polémico todavía hoy. En los campos soviéticos no se practicaban ni el racismo ni el etnocidio (un tema a debate; ejemplo: la última publicación de Timothy Snyder), ni los vigilantes estaban aislados físicamente de los prisioneros; al contrario, vivían entre ellos. Ni tampoco hubo hornos crematorios, ni el objetivo era la muerte de los internados. Como se puede observar, existían muchas diferencias. Ello no es óbice para constatar la catástrofe demográfica que significó el Gulag, y su crueldad sin límites.
 -En el libro habla de un episodio que califica «de alto calibre emocional y simbólico”: la unión entre republicanos y franquistas. ¿Cómo fue posible ese acercamiento?
A partir de 1942, cuando fueron llevados a Kazajistán, los republicanos coincidieron con algún que otro divisionario. Pero fue desde 1948 cuando las autoridades soviéticas, suponemos que con apoyo entusiasta —era la norma— de los comunistas españoles, decidieron anudar la suerte de divisionarios y republicanos, reuniéndolos en los mismos campos. Los republicanos, a partir de esa fecha, fueron considerados “falangistas disfrazados”. Aunque prisioneros alemanes y holandeses —e incluso algún español— declararon sobre “conversiones” de republicanos en franquistas, lo testimonios más solventes limitan esas afinidades al anticomunismo radical de unos y otros y en una especie de españolismo exacerbado por la distancia. Desde el punto de vista personal, los unían, además de la vida desgraciada en los campos, la nostalgia de la tierra y la familia, el paisanaje y la lengua.
 -Explica que el motivo de que se pusiera punto final al sistema de trabajo forzado fue, en palabras de Beria, su «ineficiencia económica». De ser una importante herramienta para la industrialización soviética pasó a convertirse en un lastre. ¿Cuáles fueron los motivos de tan drástico cambio?
El Gulag era un método asequible y rentable de conseguir mano de obra esclava para sentar las bases de la industrialización soviética. Pero ya desde finales de la Segunda Guerra Mundial se escuchaban críticas en el aparato comunista sobre las deficiencias del sistema. Cuando Beria propuso en 1953, después de la muerte de Stalin, desmantelar los campos, estos constituían una rémora para la economía debido a una serie de problemas: pésima organización, burocracia corrupta, elevados subsidios estatales, costes exagerados en guardias, alimentos… La muerte de Stalin y la ineficiencia de los campos hicieron posible la libertad de los republicanos (y divisionarios) españoles.

 -¿Cómo fueron acogidos los españoles que, tras su liberación, regresaron a la España franquista?
Los primeros 38 republicanos repatriados llegaron, junto con 248 divisionarios, el 2 de abril de 1954 a Barcelona, donde fueron recibidos, según la prensa de la época, por casi un millón de personas. Estos primeros republicanos fueron los privilegiados del Gulag: les consiguieron trabajo, les reconocieron laboralmente los años de los campos, les ayudaron a adquirir una vivienda y en general, conforme a la documentación existente, las autoridades tenían un buen concepto de ellos. El franquismo incluso los utilizó políticamente: venían de la Unión Soviética convertidos en anticomunistas y regresaban además “voluntariamente a la Patria de todos”. Para el régimen dictatorial eran el mejor reclamo de cara al exterior en los prolegómenos de la entrada de España en la ONU; al contrario de los divisionarios, que evocaban el apoyo del franquismo a los hitlerianos. Los demás internados en el Gulag regresaron con los casi tres mil españoles que se repatriaron en siete expediciones que tuvieron lugar entre 1956 y 1959. Aunque no fueron tratados con el mismo entusiasmo que los de Barcelona, tampoco tuvieron motivos para las quejas. Unos y otros exhibían un salvoconducto infalible para vivir sin problemas en el régimen de Franco: su anticomunismo visceral. Como anécdota final, reseñar un caso sorprendente: el piloto Quintín López Moreno, que había estado en el Gulag entre 1941-1948, regresó a España en enero de 1947 y diez meses después reemigró a la Unión Soviética, donde trabajó de chófer hasta su jubilación.

jueves, 24 de mayo de 2012

Vencer o morir por la URSS

Vencer o morir por la URSS
Fuente: Image Forum

17 de abril de 2012 Leoncio Soriano, Rusia Hoy
Muchos conocen la División Azul, unidad del ejército nazi integrada por voluntarios españoles que participó en la invasión de la URSS durante la Segunda Guerra Mundial, pero pocos conocen la heroica gesta de un puñado de españoles que en aquella guerra entregaron su valor y hasta su vida en contra del fascismo.
La Cuarta Compañía marchaba por la Plaza Roja en medio de una densa oscuridad que parecía absorber el paso de los soldados españoles.

Hace menos de dos años, poco después de llegar a la URSS, estuvieron aquí, en medio del histórico recinto que tantas veces habían contemplado en las fotos y en el cine. Inundada por multitudes, llena de alegría y risas, la Plaza Roja les pareció mucho más pequeña de lo que imaginaban. Ahora,  desierta sumida en el silencio y cubierta de montones de nieve, se hacía inmensa y parecía increíble que a contados kilómetros estuvieran las columnas acorazadas alemanas.

Justo cinco años antes, en el asediado Madrid de 1936, vieron por primera vez a las brigadas internacionales y los "chatos" y "moscas" (cazas soviéticos) que defendieron sus cielos. Pero en aquellos momentos, la línea del frente estaba a escasos kilómetros del corazón de Rusia, y la presencia de la unidad española en la Plaza Roja era prueba de la confianza que gozaban en la URSS los "españoles de Stalin".

En aquellos días cuando Moscú se preparaba para los combates callejeros los españoles ocupaban posiciones bajo las mismas murallas del Kremlin. No fue fácil conseguirlo. Las leyes soviéticas prohibían el alistamiento de extranjeros en el Ejército Rojo, por lo que la mayoría de los españoles combatieron en unidades especiales destinadas a actuar en la retaguardia alemana, como la Brigada de Misiones Especiales OSMON cuya cuarta compañía estaba integrada solo por españoles.

Entre ellos estaba mi abuelo. Recuerdo cómo le pedía que me contara algo sobre la guerra y su voz cuando decía aquello de "cuando estábamos en las `akopas`...", españolizando la palabra rusa "okop" (trinchera).

Cuesta imaginar lo que sentían aquellos españoles que apenas dominaban unas cuantas decenas de palabras en ruso cuando se lanzaban en paracaídas en la retaguardia enemiga, donde debían guardarse tanto de los alemanes como de los habitantes rusos, que lo más probable es que los tomasen por rumanos o italianos disfrazados de partisanos. Más mérito aún tienen sus proezas, petrificadas en monumentos sobre las tumbas españolas en Crimea y el Cáucaso, los bosques de Smolensk y Leningrado, y a orillas del Volga convertidas en auténticas leyendas.

En la antigua Stalingrado, a escasos metros del Volga, está la tumba del capitán Rubén Ruiz Ibarruri, héroe de la Unión Soviética e hijo de la "Pasionaria", Dolores Ibárruri.

Dos combates le cubrieron de gloria. En el primero, cerca de Borísov, al frente de un pelotón de ametralladoras, el teniente Ruiz contuvo el avance de fuerzas alemanas muy superiores hasta perder la última ametralladora y luego sólo con granadas y pistolas lanzó un contraataque que desorientó a los nazis e hizo posible la llegada de refuerzos. Meses después, ya en Stalingrado, tomó el mando de un batallón y poco antes de morir consiguió detener el avance de una división acorazada alemana.

También comenzaron a combatir en la guerrilla los pilotos republicanos, pero en 1942 uno de ellos, Juan Bravo, se encontró por casualidad en Moscú con el general Alexánder Osipenko, jefe de la defensa antiaérea soviética que le conocía desde la Guerra Civil Española.

Fue así como más de 70 españoles lograron combatir en los cielos de la URSS. Por el número de aviones derribados los nombres de varios quedaron grabados en la lista de los hombres destacados de la Segunda Guerra Mundial. Prueba de ello es el hecho de que en la escuadrilla de cinco cazas que escoltó el avión de Stalin a la conferencia cumbre de los aliados en Teherán, tres eran pilotados por españoles, y la encabezaba el para entonces coronel Juan Bravo.

Rusia valoró la aportación de aquel puñado de españoles
En la capital rusa está situado el Parque de la Victoria, dedicada a los caídos en la Gran Guerra Patria, como llamaban en la URSS a la contienda de 1941-1945 contra Alemania.

Terminado tras la caída del comunismo, el parque alberga una iglesia ortodoxa, una mezquita y una sinagoga, símbolos de las principales religiones de Rusia. En una esquina del parque, en medio de una glorieta, aparece inesperadamente una pequeña capilla católica.

Una lápida en ruso y español recuerda al puñado de españoles que combatieron hombro a hombro con sus camaradas soviéticos.

Cifras de combatientes

- Unos 700 españoles se alistaron voluntarios y combatieron contra los nazis en la Segunda Guerra Mundial.
- Más de 200 perdieron la vida o se consideran desaparecidos.
- Más de 600 fueron condecorados con diferentes medallas: "Por la defensa de Moscú", "Por la defensa de Leningrado", "Por la liberación de Varsovia", "Por la liberación de Praga", "Por la toma de Berlín".
- Más de 70 fueron condecorados con las órdenes: "Bandera Roja", "Estrella Roja" y "Gran Guerra Patria".
- Tres fueron destacados con las máximas condecoraciones de la URSS:  dos con la Orden de Lenin y uno con la Estrella "Héroe de la Unión Soviética".

Otra leyenda, relatada en el diario "Novorossiyski Rabochi", cuenta que fue un comando español el que trajo de la retaguardia alemana un cuaderno lleno de cálculos matemáticos y fórmulas físicas, que sirvió al gran físico soviético Abraham Yoffe para convencer a Stalin de la urgencia de iniciar el desarrollo de la bomba atómica.

viernes, 18 de mayo de 2012

Un homenaje a los héroes del cielo

Un homenaje a los héroes del cielo
Españoles en el ejército soviético.
Archivo: Asociación de Descendientes de Exilio Español

Como cada sábado de mayo cercano al Día de la Liberación, la Asociación de Descendientes del Exilio Español, organiza un acto homenaje a todos aquellos hombres y mujeres que lucharon contra las bombas fascistas en las guerras de Europa.

El pasado 12 de mayo, en el cementerio madrileño de Fuencarral se rindió homenaje a aquellos brigadistas rusos que defendieron desde el ejército republicano a la población civil en plena guerra de España, sin olvidar a aquellos niños españoles que tuvieron que partir en barcos a la URSS y combatir en su juventud en el frente ruso. Dicen que la memoria esta llena de olvido. Sin embargo, este tipo de actos rescata por un instante a todos aquellos valientes que “estaban en el lado correcto de la historia”.

Sus testimonios se entrelazan en una misma etapa cronológica, a pesar de que el campo de batalla fue bien distinto. En plena Guerra Civil española, cuando los bombarderos de la Legión Cóndor nazi asediaban Madrid, aparecieron en escena aquellos aviadores rusos que desde el aire protegieron a la población madrileña. En aquella contienda solo se escuchaba un lema: No pasarán. “En noviembre de 1936 los brigadistas rusos tuvieron un papel muy importante en la defensa republicana de la capital”, destaca Luz Divina García, presidenta de la Asociación de Descendientes del Exilio Español.  Una fecha simbólica que los convirtió para siempre en los héroes del cielo de la capital, a pesar de que se encontraban en inferioridad con respecto al otro bando. 78.500 italianos y 19.000 alemanes contra 2.000 soviéticos no era un buen contrapeso en la batalla.

Los moscas, aparatos aéreos de pura ingeniería soviética, no eran pilotados solo por brigadistas rusos. En sus cabinas de hierro también sobrevolaban jóvenes españoles que realizaban el curso de pilotos en la ciudad rusa de  de Kirovabad. Francisco Meroño fue uno de aquellos jóvenes. En abril de 1937 se presentó en el aeródromo de los Alcázares como voluntario del curso de pilotos. La guerra estaba empezada y las maniobras debían de ser rápidas y eficaces. Esto provocaba que en tan solo cuatro meses, los  voluntarios volvieran como “expertos” pilotos de caza en la defensa republicana. Para muchos de ellos, era un sueño convertirse en aviador de un ejército. Sin embargo, muchos perdían la vida por su falta de experiencia. “No tenían miedo y eran capaces de enfrentarse a los cazas nazis como buenos valientes”, afirma Dolores Meroño, hija del piloto republicano.  Tras su preparación, el aviador Meroño comenzó a formar parte de una escuadrilla de “Moscas” en Totana (Murcia), que después cubrió el frente de Madrid. En aquellos combates aéreos sus compañeros lo apodaron para siempre Diablo Rojo.

Al otro lado del mapa, los niños de la guerra combatieron también en el frente ruso para otro episodio histórico bien distinto: la Segunda Guerra Mundial. Luis Lavín lo recuerda, como superviviente de aquellas hazañas, a sus ya 87 años. “Cuando era niño partí en un barco con mi hermana hacia la URSS. Mi padre trabajaba en la embajada soviética y pudo arreglar los papeles. Tarde más de 20 años en poder regresar”. El testimonio de este bilbaíno no es una historia aislada, sino que representa la huida de aquellos niños republicanos que partieron hasta muy lejos en busca de una vida mejor. “Cuando tenía 15 años entré a trabajar en una fábrica como técnico en Moscú. Y una mañana un miembro del ejército soviético vino a reclutar voluntarios para participar en la aviación. No lo dudé un momento pero tuve que decir que tenía dos años más para que no me dejaran fuera. Solo admitían a los jóvenes mayores de 17”. En su memoria octogenaria recuerda su participación en el 407 Regimiento de defensa aérea en el frente occidental del norte. Lavín rememora “la dureza” que representaba  perder cada día de combate a varios compañeros. “Nunca volvíamos todos cada vez que nos enfrentábamos a los alemanes en el cielo”. Tras volver a España, Luis señala el poco reconocimiento que ha tenido su labor y la de sus compañeros para el gobierno español. Una pensión de 359 euros es lo único que lo ampara en sus últimos años de su vida. Nadie recuerda que fue un testigo presencial de la historia.

La participación rusa en la Guerra Civil española es calificada por los investigadores como misteriosa a la vez que solidaria. “La República Española quedó aislada del mundo por el resto de las potencias europeas. Solo la Unión Soviética prestó una ayuda importante a su gobierno”, señala Luz Divina García. Según los datos que recoge la Fundación Pablo Iglesias en su libro “Los rusos en la Guerra de España”, 2.015 hombres, procedentes de la URSS, ayudaron a prolongar la larga agonía que sufrían las zonas republicanas. En su defensa hay que destacar la labor incondicional de 772 aviadores.

“Por nuestra libertad y la vuestra”
Todo aquel que se acerque al cementerio de Fuencarral, puede leer en el monolito de mármol dedicado a los brigadistas rusos, una frase cargada de simbolismo: “Por nuestra libertad y la vuestra”. Su mensaje recuerda aquella cruenta lucha que permitió a Europa vivir en democracia. Este camposanto de la capital madrileña es considerado el segundo lugar de memoria internacional. Desde hace nueve años, la Asociación de Descendientes del Exilio Español se reúne en este homenaje con la representación de importantes organismos como es, en este caso, la Embajada Rusa en España.  Este acto convoca a familiares, ciudadanos y colectivos que están dispuestos a tener un lugar para todos ellos en su memoria.

domingo, 13 de mayo de 2012

Los tres éxodos de Emilia

Emilia Falcón, en 2009 / Pilar Bonet

La dura vida de una "niña de la guerra" civil española en Siberia, tierra de exiliados y presos

'Los tres éxodos de Emilia' es un reportaje del suplemento 'Domingo' del 13 de septiembre de 2009 de El País - Pilar Bonet

En Chitá, en Siberia Oriental, a más de 6.000 kilómetros de Moscú, vive Emilia Falcón. Tiene 79 años y llegó a lo que entonces era la URSS en 1937, entre los niños evacuados de la guerra civil española. De los casi tres mil "niños de la guerra" refugiados en la Unión Soviética, hoy quedan en Rusia menos de 170. De ellos, Emilia es la que reside más alejada de su país natal, en una región que ha sido destino tradicional de exiliados y presos.

Nacida en Gijón en 1930, Emilia llegó a Chitá en 2001 desde Uzbekistán. Ese éxodo -el tercero- se acumulaba al de la Guerra Civil y al de la Segunda Guerra Mundial, y fue la consecuencia de la desintegración de la Unión Soviética, ya que cuando ese Estado desapareció, la asturiana residía en Samarcanda y esa circunstancia la metamorfoseó de "ciudadana de la URSS" en "ciudadana de Uzbekistán". Al reducirse las perspectivas de futuro para los hijos y nietos, la familia optó por trasladarse a Rusia. Leonid, el yerno de Emilia, encontró trabajo en una imprenta de Chitá y allí fueron.

Emilia, su hija Dolores, su yerno y dos nietas, Ana María y Lolita, residen en una modesta vivienda. Ignacio y Víctor, los otros dos hijos de Emilia, se encuentran en Krasnoyarsk (Siberia) y en Samarcanda, respectivamente, y sus apellidos -Telechea Falcón- evidencian su origen como descendientes de dos "niños de la guerra", la asturiana Emilia Falcón Díez y el vasco Ignacio Telechea Lama.

Emilia es el centro y en gran medida el sostén material de la familia en Chitá. Como a los otros "niños de la guerra", el Gobierno español le manda una pensión, en su caso es de cerca de 600 euros mensuales. La familia lucha por sobrevivir. Para emigrar de Uzbekistán, tuvieron que vender por 1.500 dólares un piso de Samarcanda, justo el dinero indispensable para trasladarse y comprar ropa para el frío siberiano.

La abuela Falcón tiene ojos vivos y aspecto de chiquillo travieso. "Llegamos en barco a Leningrado en 1937. Yo venía con mi hermana gemela Petronila. De mi infancia en Gijón recuerdo la alarma. Cuando sonaba, nos refugiábamos en el sótano. Una vez, una bomba mató a una mujer con una niña. Aún puedo encontrar ese lugar". A su madre volvió a verla en un viaje a España en 1972. Su inseparable hermana Petronila regresó a Asturias tras la muerte de Stalin, allí se casó, tuvo hijos y murió.

Leningrado es una imagen viva en su memoria. "Nos llevaron al baño y nos dieron unos calzoncillos y nosotras nos negamos a ponérnoslos diciendo que no éramos chavales, sino niñas. Entonces nuestras educadoras se levantaron la falda y nos enseñaron que ellas también los llevaban". La Segunda Guerra Mundial sorprendió a Emilia y Petronila en un orfanato de las afueras de Moscú. De allí, fueron evacuadas por el Volga hacia Stalingrado. Lo recuerda como un viaje de casi un mes con barcos que encallaban y era necesario remolcarlos. El hambre era tal que incluso trataban de ocultar la disentería que se cebaba sobre ellos por miedo a ver reducida su ración de comida.

"En Stalingrado salíamos a la estepa a cazar roedores y los llevábamos a la cantina donde nos los cocinaban. Se alimentaban de trigo, así que no sabían mal". De Stalingrado, en 1942, salieron hacia Birsk, en Bashkortostán, esta vez hacinados en trenes de mercancías, que eran bombardeados y se demoraban en vías muertas para dejar pasar a los convoyes militares rumbo al frente. "En Birsk no esperaban tantos niños. Debíamos de ser unos quinientos. Muchos murieron de hambre y de frío. La tuberculosis era una cosa horrible", afirma. "Petronila y yo sólo teníamos un abrigo. Ella se lo ponía para ir a la escuela por la mañana y yo, por la tarde. Yo tejía calcetines que luego vendía o intercambiaba por alimentos".

En 1944, Emilia volvió a la región de Moscú, donde como aprendiza de tejedora ayudó a confeccionar una "guerrera blanca de seda" para Stalin. En Moscú conoció a Ignacio Telechea, el hijo de un comunista de Bilbao. Se enamoraron. Emilia tenía 17 años cuando nació su primer hijo. Con él, Ignacio y Emilia se marcharon a Samarcanda, donde Telechea fue ingeniero en una fábrica.

Un día de 1962 "Ignacio se marchó al trabajo por la mañana y no volvió. Nunca le volví a ver". Telechea abandonó familia, documentos y empleo en pos de una mujer a la que siguió hasta Nukús, junto al mar de Aral. Murió en 1994. "Fue muy difícil sacar adelante a tres hijos...", explica Emilia.

En un gran bolso, Emilia guarda las cartas en papel cebolla de su madre, el pasaporte uzbeko que sustituyó al soviético y también el pasaporte español, que recuperó en 2002. Su lengua natal fluye de nuevo de sus labios en la cena, a la que se une con retraso la nieta, Anita, que estudia chino en la universidad y viene de la biblioteca.

En Chitá, la familia Falcón siente la crisis económica. Sus paisanos en Siberia son los rusos retornados de Asia Central, con los que se reúnen para comer plov (plato de arroz centroasiático) y evocar una naturaleza más benigna. España está en el bolso de los recuerdos, en la puntual pensión, en las papeletas para votar por correo, y también en las palabras que remiten a una infancia bruscamente interrumpida: "Chavales", "párvulos", "bomba", "refugio", "calle Padilla, 26, de Gijón".

Emilia Falcón, a la derecha, con su madre Petronila
y su hermana gemela antes de la Guerra Civil.
 / FOTO: ARCHIVO FAMILIAR

Estatua en memoria de los 1100 niños evacuados a la URSS desde el puerto de El Musel (Puerto de Gijón)


Gijón Denuncia - Foto AsturiasVerde
Estatua en memoria de los 1100 niños evacuados a la URSS desde el puerto de El Musel, en la actualidad Puerto de Gijón, con sus maestros y educadores durante la Guerra Civil Española, el 23 de septiembre de 1937. Estatua situada en la Playa de El Arbeyal en el año 2005, obra de Vicente Moreira.



miércoles, 9 de mayo de 2012

Conmemoración de la liberación de Europa


12 de mayo 2912
Cementerio de Fuencarral a las 12.30h.
Avda. Montecarmelo s/n
Madrid 

Homenaje a los españoles, brigadistas internacionales y voluntarios rusos que defendieron la Libertad

Organiza: Asociación de descendientes del exilio español

domingo, 6 de mayo de 2012

Presentación del libro: “Los soviéticos en el gobierno provisional de Euzkadi”

Letras Galegas 2012 adicadas a Paz Andrade
La asociación "Fato Cultural Galego Daniel Castelao (Pasaia)
(compuesta por galeg@s o descendientes  en la comarca de  Guipuzcoa de Oarsoaldea, Pasaia, Oiartzun, Lezo, Orereta, y la antigua villa de Altza)

Sábado 19 - Larunbata 19 (12:00 h)
Ayuntamiento de Pasai San Pedro
Presentación del libro: “Los soviéticos en el gobierno provisional de Euzkadi” por Sergio Balchada Outeiral, investigador de la asociación Sancho de Beurko.

Udal Aretoa de Pasai San Pedro
Liburu aurkezpena: “Los sovieticos en el gobierno porovisional de Euzkadi”. Goizeko 12H00. tan Ertin. Sergio Balchana Outeiral, Sancho de Beurkoko ikerlariaren eskutik.